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Yucatan

Carbono azul, la apuesta del ejido San Crisanto, Yucatán, para cuidar el planeta y su comunidad

Esta comunidad yucateca convierte la protección ambiental en un modelo de economía sustentable

Un proyecto que comenzó con la protección de los manglares de Yucatán, ahora se ha vuelto un modelo de economía sustentable.- Fuente Alejandra Vargas y Canva
Un proyecto que comenzó con la protección de los manglares de Yucatán, ahora se ha vuelto un modelo de economía sustentable.- Fuente Alejandra Vargas y Canva

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Por: Alejandra Vargas

El ejido de San Crisanto, en la costa norte de Yucatán, ha demostrado que la conservación ambiental puede ir de la mano con el desarrollo comunitario.

Lo que comenzó como un esfuerzo por recuperar los manglares devastados, hoy se ha convertido en un modelo de economía sustentable, pues los habitantes logran capturar carbono atmosférico y vender bonos de carbono a Europa, una práctica que los posiciona como pioneros del llamado carbono azul en México.

De acuerdo con Bruno Velarde, consultor en desarrollo integral de la fundación, esta iniciativa permite que el ecosistema se regenere de forma natural mientras se cumplen objetivos internacionales de mitigación del cambio climático.

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¿Cómo funciona el proyecto de carbono azul en San Crisanto?

El programa abarca 690 hectáreas de manglar, un ecosistema capaz de capturar alrededor de siete toneladas de carbono por hectárea al año, según cálculos técnicos avalados por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) y el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).

Este proceso natural convierte al manglar en un pulmón azul que retira carbono directamente de la atmósfera y lo almacena en sus raíces, troncos y suelos.

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Cada tonelada de carbono capturada se traduce en un bono de carbono, que actualmente se comercializa en el mercado europeo a precios de entre 20 y 30 dólares.

“Las plantas hacen el trabajo; nosotros solo las dejamos vivir y crecer, no las talamos ni alteramos su entorno; les damos agua y nutrientes naturales, y eso permite que el sistema se mantenga productivo”, añadió Velarde.

¿Por qué los manglares son clave contra el cambio climático?

Los manglares de San Crisanto forman parte de un ecosistema costero que, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), captura hasta diez veces más carbono que los bosques tropicales terrestres.

Este tipo de carbono almacenado en ambientes marinos y costeros se conoce como carbono azul, y su protección es una de las estrategias más efectivas para alcanzar las metas del Acuerdo de París.

Además de su papel en la mitigación climática, los manglares cumplen funciones ecológicas esenciales, son refugio de peces, crustáceos y aves migratorias; estabilizan el suelo costero y protegen a las comunidades de tormentas y huracanes.

“Cuando se vende un bono de carbono de manglar, también se está pagando por todos esos servicios ecosistémicos que sostienen la vida”.

¿Qué impacto tiene en la comunidad de San Crisanto?

Los ingresos generados por la venta de los bonos se reinvierten en proyectos de conservación comunitaria y desarrollo social, como el mantenimiento de canales naturales, vigilancia ambiental y educación ecológica.

De acuerdo con Velarde, “una vez cubiertos los costos de producción, cualquier excedente se destina a inversión social”.

Gracias a este esquema, los habitantes de San Crisanto no solo se benefician económicamente, sino que también fortalecen su vínculo con el territorio. En lugar de depender de actividades extractivas o del turismo masivo, han encontrado una forma sostenible de asegurar su futuro mientras ayudan al planeta a respirar mejor.

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