El Poder del acordeón
Los cómputos del Instituto Nacional Electoral confirmaron lo que ya me veía venir.
Sí fui a votar el pasado 1 de junio. Lo hice a sabiendas de que la reforma judicial es una realidad, consciente de que lo seguirá siendo hasta que en un futuro una fuerza opositora consiga las mayorías que hoy tiene la 4T.
No me compré la narrativa de que todas las personas postuladas eran fieles al gobierno en turno. El Observatorio de la Universidad Iberoamericana lo confirmó. Hablando de la Suprema Corte, además de haber personas sin claros lazos partidistas, incluso había aspirantes que estaban ligadas al PRI y al PAN. Por ejemplo, la exdiputada panista Dora Alicia Martínez Valero; la exdiputada local priísta de Sonora Zulema Mosri; y la exdiputada de Pánuco, Lutgarda Madrigal, también del PRI.
Los cómputos del Instituto Nacional Electoral confirmaron lo que ya me veía venir: si la oposición ciudadana se hubiera movilizado y organizado, podríamos haber tenido resultados distintos. En vez, analistas promovieron el abstencionismo como forma de protesta. También lo entiendo, era lo más sencillo. La cantidad de perfiles a analizar era abrumadora. Miles. Hasta parece que ponérsela tan complicada a la ciudadanía fue intencional. Provocaría que—como sucedió—la mayoría de la gente se quedara en sus casas, lo que a su vez facilitaría manipular los resultados.
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A pesar de la narrativa que la presidenta Sheinbaum ahora intenta plantearnos, la realidad es que la mayoría decidió no participar. Hay varias razones: confusión, desinterés, abrumación. El 2 de junio, en su conferencia, Sheinbaum explicó que a pesar de que sólo el 13% del padrón había participado, la elección resultó un éxito. Dio dos argumentos principales, ambos falsos. El primero, que la participación había sido “más del doble que la participación en la votación del juicio a expresidentes”. Desconcierta que use una consulta popular que por su baja participación resultó no vinculante como ejemplo. Aún así, el comparativo de la presidenta es incorrecto. En la consulta para enjuiciar a los expresidentes (planteamiento absurdo porque de tener pruebas de crímenes cometidos, la apertura de carpetas de investigación no debería estar sometida al voto), acudió a las urnas el 7.11% del padrón. Simples matemáticas: 7x2=14. 14 es mayor que el 13% que ahora presume la 4T.

El otro argumento de la presidenta fue que la elección al poder judicial recibió más votos que la oposición política en las elecciones presidenciales pasadas. De entrada, está comparando el porcentaje de participación con votos directo. Esto sirve para que las cifras de la elección parezcan mayores, ignorando que la afirmación en sí misma también es errónea. Aún así, confiada en que podría manipularnos, la presidenta presumió una gráfica de la contienda en la que resultó electa, misma gráfica que la desmentía.
Como se mostró en la “mañanera”, Xóchitl Gálvez obtuvo más de 16.5 millones de votos, 3.5 millones más que la gente que salió a las urnas el pasado 1 de junio. Incluso si separamos las preferencias por partido, como hizo Sheinbaum, el candidato con más votos en toda la jornada, Hugo Aguilar Ortíz (electo como ministro presidente de la SCJN), tuvo 3 millones 449 mil 306 votos menos que el PAN. Y Lenia Batres, la mujer que encabezó las preferencias, acumuló 65 mil 260 votos más que el PRI. A ver, la candidata del PRI y PAN perdió por algo, al tener sólo una fracción del apoyo popular. ¿Por qué la 4T ahora intenta convencernos que personas con menos apoyo sí están legitimadas por “el pueblo”? Un sinsentido.
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Lo que todo este desglose de cifras me muestra es que, de haberlo querido, la oposición pudo tener el músculo necesario incluso para definir la presidencia del máximo tribunal. El problema es que la reforma establecía que los partidos no podían influir en la contienda. Extrañamente (a excepción de Movimiento Ciudadano), la oposición política decidió acatar las normas y no meter las manos. La evidencia apunta a que Morena decidió irse por otra vía, rompiendo las normas que ellas y ellos mismos establecieron. ¿En serio vamos a convencernos de que es una mera coincidencia que las y los ministros electos para la Suprema Corte fueran exactamente las y los mismos que aparecían en los acordeones repartidos? Y seguramente también es casualidad que la mayoría de esos perfiles tengan claros vínculos con Morena.

Estos resultados preestablecidos por los acordeones no sólo ocurrieron en el máximo tribunal. También sucedió en el Tribunal de Disciplina Judicial, que estará encargado de sancionar y/o destituir a juzgadores que consideren están actuando indebidamente. Ahí las personas con más votos fueron: Celia Maya García, excandidata a gobernadora de Querétaro con Morena en 2015 y 2016; Verónica de Gyves, que apenas en marzo pasado, como integrante del Consejo de la Judicatura votó a favor de eliminar una investigación contra Arturo Zaldívar; Bernardo Bátiz, cercano al expresidente López Obrador e identificado como morenista en el sitio web del INE; Rufino Tovar, exdirector de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Seguridad Pública del entonces Distrito Federal durante la jefatura de Gobierno de López Obrador; e Indira García, la única que al menos públicamente no está ligada al gobierno actual.

Otros cargos de gran relevancia que estuvieron en disputa fueron las dos magistraturas dentro del Tribunal Electoral Federal. En los acordeones se impulsó a dos figuras: Claudia Valle Aguilasocho y Gilberto de Guzmán Bátiz García. ¡Oh! ¡Qué sorpresa! Con corte a este jueves 5 de junio, y con el 99.7% de las actas computadas, precisamente esas son las dos personas que encabezan la contienda. Lo que resulta particularmente impactante es que además le llevan al resto de aspirantes millones de votos.
Cuando se planteó la reforma judicial, el debate era: ¿será que democratizar los cargos dentro del Poder Judicial nos traerá un mejor sistema de impartición de justicia? Esta pregunta permanecerá en el aire. No tendremos una respuesta porque no tuvimos una contienda democrática.