Santa Muerte y Malverde, los dioses de las personas desamparadas en la CDMX
A comienzos de 2001, el culto a la Santa Muerte pasó de ser oculto a popularizarse con altares en CDMX. Se estima que cuenta con 12 millones de seguidores en México, Centroamérica, EU y Canadá.

Carga un enorme arreglo de flores de rosas rojas dentro de una caja de madera. Al pie de la puerta del Altar de la Santa Muerte, ubicado en la calle Vértiz en la colonia Doctores, la joven de cabello azabache negro lacio y que porta una faja que acentúa su cintura, le pregunta a Alicia si puede dejar la ofrenda.
Alicia, una mujer de ropa modesta, con surcos de arrugas alrededor de sus ojos y con apenas algunos dientes, cuida celosamente el Altar desde hace 23 años, y le responde que ponga las flores al pie de la figura de la Santa Muerte, las cuales fungirán como la ofrenda más reciente.

Con una veneración que parece más cautela, la joven se adentra en el santuario, un pequeño espacio de apenas ocho metros cuadrados, en cuyo centro predomina la figura de la Santa Muerte, ajuareada en un vestido blanco con detalles en color plata.
El cráneo de la figura está cubierta por un velo en los mismos tonos blanco con plata. En la mano derecha, porta una guadaña y, en la izquierda, un globo que, según sus devotos, se le asocia a la protección, la curación y el envío al más allá.
En las paredes laterales del santuario, se han colocado algunas repisas largas, en las que se observan figuras pequeñas de la Santa Muerte, veladoras de colores y con rezos distintos y amuletos.
Al lado izquierdo del edificio, hay unas pequeñas escaleras de metal blanco, que llevan a otro Altar, el de Malverde, conocido como el Santo de los Narcos o de los delincuentes.
Ahí hay una figura que muestra a Malverde como un humano y, del otro lado, aparecen dos bustos suyos, uno de ellos, con una tejana negra.
Y al pie de las figuras, se observan veladoras también con ese distinguido rostro de ojos y bigote negros.
Antes de despedirse, la joven le dedica algunas palabras a la “niña blanca” que son casi inaudibles ante el ruido de los quehaceres que dan vida a las calles de la colonia Doctores.

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Alicia, la cuidadora de los Santos
Alicia limpia la reja blanca que funge como parte de entrada al Altar de la Santa Muerte en la calle Vértiz.
Es una persona desconfiada, aunque servicial. Está dispuesta a ofrecer información de los horarios de atención en el santuario, a recomendarte la veladora más apropiada para tus necesidades, y a invitarte a participar en los rosarios que los devotos rezan cada día 3 y 15 del calendario.
Sin embargo, Alicia es celosa cuando se le pregunta a detalle sobre el santuario. Esa desconfianza es fruto de las malas intenciones con la que otras personas se le han acercado en el pasado, como intentar monetizar con la imagen de la “niña blanca” o con falsas promesas.
A lo largo de dos décadas como guardiana, ha vivido experiencias que califica como desagradables. Recuerda que en una ocasión un grupo de hombres le pidió no cerrar el santuario por la noche porque estaban interesados en realizar sus plegarias, sin embargo bajo los efectos del alcohol, intentaron propasarse con sus hijas.
Otra experiencia desagradable para Alicia fue cuando personas que se consideran influencers en las redes sociales le pidieron hacer contenidos para monetizar con la imagen de la Santa Muerte o, en otros casos, con promesas falsas, en la que intentan engañar a las personas, solicitando apoyos económicos a cambio de “recibir milagros”.
Por eso, Alicia se niega hablar esta tarde de agosto. La vida como cuidadora le ha convertido en una persona reservada.
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Santa Muerte y Malverde, los santos no reconocidos por la Iglesia
En la esquina de encuentro entre la calle Vértiz y Dr. Liceaga, en la colonia Doctores, se encuentra un pequeño Altar de la Santa Muerte acompañada de la imagen de Jesús, que están custodiados por dos cruces de madera. Ahí mismo también se encuentra la figura de Malverde.
Ahí llegan flores en arreglos y también sueltas, y veladoras y plegarias de aquellos que no han encontrado en las religiones establecidas consuelo y atención de esos dioses.
Conocida como Santa Muerte o la “Niña blanca”, el culto a la Nuestra Señora de la Santa Muerte fue reportado por primera vez en México en la década de 1940 y se mantuvo como una práctica oculta hasta principios de 2000.
De acuerdo con la leyenda, un brujo de nombre Mateo que vivía en Catemaco, Veracruz, inició el culto a la Santa Muerte en una noche de ritual en su modesta choza. Mientras danzaba alrededor de las llamas de una fogata, el humo comenzó a adquirir una forma misteriosa y tomó la figura que hoy conocemos.

De acuerdo con el relato, la Santa Muerte le habló a Mateo: “Yo soy la que guía a las almas en su último viaje. Soy la que otorga la paz eterna y el descanso merecido. Soy la que escucha los susurros de los corazones afligidos y los acompaña en su travesía hacia el más allá. Soy la que escucha sus ruegos cuando no son escuchados… Vengan a mí y yo les daré consuelo a sus necesidades. Clamen mi nombre en sus oraciones y no estarán solos. Estaré ahí”.
A principios del Siglo 21, precisamente en 2001, su seguidor Enrique Romero fundó un famoso santuario en su honor en Tepito, un barrio bravo de la Ciudad de México, con lo que se expandía dicho culto al centro del país.
Se estima que los creyentes de la Santa Muerte suman alrededor de 12 millones de personas que se concentran en México, Centroamérica, Estados Unidos, Canadá y Europa.
Conocido como un bandolero mexicano, la leyenda que da vida a Jesús Malverde Campos, mejor conocido como Malverde, nació el 3 de mayo de 1909, en Culiacán, Sinaloa.
Su veneración se ha extendido a otras entidades de México, como en la Ciudad de México. Y se ha expandido también a Colombia y Estados Unidos.
Aunque se desconoce con precisión cuáles fueron las hazañas que lo llevaron a convertirse en Santo, la idea que más prevalece es de que se trataba de una persona que robaba a los hacendados y familias adineradas y el botín lo repartía entre la gente pobre, lo que lo ha popularizado como una especie de Robin Hood.
Malverde también es conocido como el “Santo de los narcos”. Lo anterior, porque el capo Julio Escalante ordenó asesinar a su hijo Raymundo por realizar negocios sin su conocimiento en la década de 1970. Raymundo, herido de bala y arrojado al mar, suplicó a Malverde ayuda y, entonces, fue rescatado por un pescador.

Se cree que a la capilla principal ubicada en Culiacán, Sinaloa, también acudieron a visitarlo Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca, Édgar Tellez, César Ortiz y Amado Carrillo Fuentes.
Cada 3 de mayo sus seguidores realizan una fiesta en su honor, en la que pasean su busto por las calles aledañas a la Capilla. Un recorrido que realizan al ritmo de la banda sinaloense y consumen y derraman alcohol, principalmente whisky Buchanan’s. Sus admiradores viajan de otros países de Latinoamérica para ser parte del festejo.
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El regreso a los cultos de tótems
Parte del éxito del culto a la Santa Muerte se explica por la necesidad de la gente a rezarle a una figura existente, a diferencia de las otras religiones como el Catolicismo, Judaísmo y Cristianismo, en el que su Dios es invisible.
Así lo explica Rogelio Yescas Mendoza, doctor en Psicoanálisis y Psicoterapia por el Centro Eleia, Actividades Psicológicas, quien se ha especializado en el Culto a la Santa Muerte.
“Se refiere a religiones simbólicas que realmente le hablas a algo que no está y te comunicas con algo que en teoría no está, incluso, una de las consignas que está en la Torá y después en la Biblia, que es la la versión Cristiana, es que no adorarás nada que esté físicamente, o sea, no adorarás ídolos. Entonces, de estas religiones simbólicas le hablas a algo etéreo”, comparó.
En momentos de angustia ante un problema personal grave, es importante sentir, palpar, abrazar y hasta cargar la figura de la Santa Muerte.
“En momentos de desesperanza, donde de pronto sientes que no estás pudiendo con la necesidad que sea, uno recurre a otro tipo de religión, que son las religiones concretas y es donde físicamente tienes al objeto”, detalló.
Para sus creyentes, no es suficiente creer y esperar a que su Dios decida si cumple su demanda o no, sino que es tanta su desesperación, que hacen cosas imposibles por obtener el sí.
“¿Qué tengo que ofrecer?, ¿cuántas velas tengo que prender?, ¿cuánto tengo que donar?, ¿cuánto tengo que hacer para obtener el sí? Es desde una necesidad muy concreta… para arrancarle sí a esta entidad”, dijo.
Para Yescas, la práctica de este culto representa un retorno a las religiones totémicas, las primeras que surgen en la humanidad.
Seguidores de fe volátil
Aunque la mayoría de los seguidores de la Santa Muerte, son personas de clase popular, también hay otro pequeño sector que tiene un poder adquisitivo mayor.
“Los costos de las cosas que tú podías ofrecer no eran baratos. Me acuerdo que, por ejemplo, te decían que si querías un favor grande, le podías donar ropa a la niña. Pero cuando vi los costos de los vestidos que le hacían, yo dije: ‘¡Wow, okay’”. dijo.
En los rituales más personalizados que se pueden considerar servicios VIP, se mezclan prácticas de los cultos de Yoruba y Vudú, incluso se sacrifican a animales, detalló.
Para Yescas, los seguidores de la Santa Muerte, Malverde y San Judas Tadeo son personas que solicitan favores específicos y relacionados con situaciones legales, de salud y económicas.

“Personas que están metidas en temas de delincuencia, pero que vamos a llamarle que son como los delincuentes, los comunes, como los delincuentes de poca monta… los criminales comunes, los de poca monta, los que no están en ninguna organización grande, o los que se meten en una organización y son los que están hasta abajo y son la carne de cañón del chivo esclavizado”, detalló.
El doctor en Psicoanálisis y Psicoterapia categorizó el culto a la Santa Muerte como transitorio y calificó la fe de sus seguidores como volátil. A diferencia de las religiones predominantes, que se identifican por el auto de fe, como el dogma de fe.
“En estos cultos transitorios, la gente entra y sale.O sea, de repente se pueden hacer muy devotos de esto por meses. Y de repente, se abandona. No hay realmente un dogma de fe, no hay un auto de fe que te diga: ‘mira, haciendo estas tres cosas, leyendo este libro, identificándose con tal cosa, eres parte’. Simplemente mientras le eres devoto a la Santa Muerte, eres devoto, y después como que se acabó”, explicó.
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